sábado, 5 de abril de 2008

No + impunidad

En las playeras de los organizadores se leía “No + Pederastia, No + corrupción, No + impunidad”. Los minutos pasaban, los anuncios de “ya viene Lydia Cacho” se daban cada tres minutos. La gente esperaba. Un toldo colocado en la explanada del zócalo no sirvió para mantener fuera del rayo del sol a los cientos de ciudadanos que asistieron a la presentación del libro “Memoras de una Infamia”.
Por fin, a las 12:28 Lydia Cacho subió al estrado, en el que estuvo acompañada por Julio Glockner, Sanjuana Martínez, Maru Sánchez Díaz, Lorenzo Córdova y la muy ovacionada Carmen Aristegui.
Los ponentes llegaron acompañados de porras, gritos, aplausos, “Carmen, Carmen” y una falla en el sonido que, aunado al calor del mediodía, hizo que algunos asistentes se enojaran y gritaran “no se oye”. Maru Sánchez, bromeó al respecto diciendo “tiene pequeños demonios adentro”, lo que provocó la risa de algunas personas. La mesa de venta especial de libros estuvo ocupada las cuatro horas que duró la presentación y firma de autógrafos.
Sánchez Días fue la primera en tomar la palabra, inició hablando sobre cómo el Estado ataca a los que denuncian y como el poder económico convenientemente calla la conciencia de varios. “Beatriz Paredes le dice [a Lydia Cacho] que deje a Marín, que no es para tanto”, abucheos de la multitud, Sánchez menciona a Calderón y los abucheos continúan. La gente está metida en el discurso, de vez en vez alguien grita para darle la razón a la oradora, o para aplaudir cada vez que el nombre “Carmen” sale a relucir. “Los medios callan por presión o conveniencia, pero hay unos que no” y cita el ejemplo de Aristegui, lo que desata una ola de aplausos. Después recuerda el dictamen de la Suprema Corte de Justicia en el caso Lydia Cacho.
Ahora Sanjuana Martínez inicia su turno al micrófono cuestionando a la audiencia “¿Mario Marin es un protector de pederastas?, ¿es un delincuente? Cientos de voces gritan “si”, “fuera Marin”. Martínez quiere mandarle un mensaje a los enviados del gobernador poblano, invita a los que ahí se reúnen a no olvidar, recuerda lo que Cacho narra en su libro: el trayecto de Cancún a Puebla, los atentados, el temor a perder la vida, recuerda la manifestación de 40 mil poblanos contra Marin, “no estás sola”, grita la gente. “El silencio mediático hace creer que el caso nunca existió”.
“Si a miles de personas las torturan en este país, de qué se queja la señora”, comenta Julio a manera de recuerdo sobre Javier D, compara la travesía de Cacho con un infierno dantesco, a los políticos con la corte de Luis XV – por falsos y porque huelen mal – invita a que la gente respalde a Lydia Cacho para darle el Doctorado Honoris Causa.
Luego habla Lorenzo Córdova. La gente se va cansando, esperan a Carmen y a Lydia, pero el sol acaba con la paciencia de la gente, con su energía.
Por fin llega el turno de Carmen. Todos se ponen de pie, aplauden, gritan, echan porras. Carmen comienza a hablar. Lee el prólogo del libro y hace algunas acotaciones, dado que lo escribió en Octubre del año pasado. Recuerda el día en que Cacho fue apresada en Cancún, compara esa experiencia con un viaje propio que el mismo día hacía ella al extranjero.
Habla de Lydia, habla de ella. Cuenta cómo salió exonerada y además, mantiene la serenidad.
El ánimo en el zócalo sigue bajando. Tal vez es el calor, tal vez la duración.
Entonces se lee una carta de mujeres poblanas demandando respeto e igualdad.
“Nuestra voz hace eco con las demás” dice “mi caso despertó lo mejor de ustedes” y afirmó que se convirtió en una luz. Representa las voces de miles de niñas abusadas, le recuerda a la sociedad que siempre se puede hacer algo. Nos dice que regresó a Puebla sin escoltas. Dicho esto, la gente estalla en aplausos y consignas de “estamos contigo”.
Es una batalla de libertad de expresión. Una batalla que apenas comienza.
Agradece a las mujeres que hicieron eco para denunciar la violencia. A los hombres que luchan por los derechos humanos.
Se acaban los discursos, pero la gente no está lista para despejar el zócalo: aún falta pasar a ver a Lydia, a Carmen, a Sanjuana. Cientos de personas se forman en línea con libros bajo el brazo, en espera de una firma, un breve intercambio de palabras, decirles cuánto agradecen su trabajo, la inspiración.
Si bien las conferencias terminaron hasta 2:30, la gente no se fue sino hasta las 5 pm aproximadamente. Y es que era esta interacción personal la que deseaban los asistentes. No solamente los mensajes de agradecimiento e invitación, sino ver a las mujeres que a través de palabras y acciones, han logrado cambiar, de alguna manera, la historia que se escribe diariamente en nuestro país.

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